jueves, 2 de diciembre de 2010

10.3 La enorme facilidad de moverse en el cosmos

10.3 La enorme facilidad de moverse en el cosmos

Con las actuales astronaves espaciales gravitatorias con motor atómico a reacción lumínica más conocidas como Naves-espaciales-atómicas, vamos cómodamente en solo horas a los planetas más cercanos. Ellas llevan motores de propulsión a reacción lumínica continua y esto permite que las naves espaciales además mantengan y conserven en el trayecto la gravedad normal existente en la superficie de la Tierra. Para volar a largas distancias o sea entre los planetas esta forma de volar es la maravilla de las maravillas. Naves-espaciales-atómicas es sinónimo de algo super fantástico. Cuando vuelan, como consecuencia de mantener siempre en su interior una presión de gravedad idéntica a la de la Tierra, sus pasajeros, especialmente los habitantes de nuestro planeta, se sienten tan cómodamente como si estuvieran en su superficie. Sin embargo para nosotros esta presión originada por la odiosa gravedad por algunas horas, es apenas soportable sobre todo para los que vivimos ya por muchos años en completa libertad gravitatoria. Este tipo de viaje de turismo es ideal para todos los que aún viven bajo la gravedad terrestre y por esta comodidad es que vuelan por cientos de miles cada mes como turistas a la zona geoestacionaria. Sus visitas son bienvenidas por nosotros. La velocidad adquirida por estas Naves-espaciales-atómicas, a mitad de trayecto, se mide en una cantidad fantástica de cientos de miles de kilómetros por hora. A partir de la mitad del camino a la meta se invierte la dirección de la nave y se frena constantemente con los motores a propulsión dejando siempre en el interior la gravedad normal. Esto significa gastar el doble de la energía y además limitar en diez veces menos la cantidad de pasajeros de la astronave. Viajando en estas condiciones de mantener la gravedad normal el viaje a la Luna, que es de unos 400 mil kilómetros, demora aproximadamente tres horas y media, tomando la nave a mitad de camino una velocidad del doble de la que lleva la Tierra en torno al Sol. El viaje al planeta Marte, cuando se encuentra a unos 78 millones de kilómetros, mediante las Naves-espaciales-atómicas a reacción lumínica, se hace solo en unas 49 horas. La velocidad que toma este ingenio después de algunas horas de propulsión continua supera en varias veces a la velocidad de la Tierra, o sea es superior a 29 km/seg, que es la velocidad de la Tierra en torno al Sol.

En el cosmos las velocidades son absolutamente relativas. El Sistema Solar viaja en una órbita en torno al centro de la Galaxia, a una velocidad fantástica para nosotros, velocidad de 792 mil kilómetros por hora o 220 km/seg y mucho mayor aún es la velocidad de nuestra galaxia, la Vía Láctea, en relación con el centro común gravitatorio del cúmulo de otras lejanas Galaxias. Por esta relatividad de las velocidades es que ahora, que tenemos esta enorme energía a disposición, nos paseamos por el espacio a grandes velocidades con entera confianza. El peligro es igual moviéndose a estas grandes velocidades que estar detenido.

Pasar la velocidad de la luz con nuestras naves, no era una necesidad, cuando se trataba de viajar dentro del Sistema Solar o sea para viajar con astronaves entre los planetas. Sin embargo, el problema se nos presentaba para comunicarnos con las naves interplanetarias, ocupábamos a los fotones que se movían solo a la velocidad de la luz, 300 mil kilómetros por segundo. Esta escasa velocidad nos era una gran incomodidad pero se predecía que esto tarde o temprano iba a cambiar. Por ejemplo, cuando el planeta Marte se encontraba en conjunción superior con nosotros, o sea a su máxima distancia al otro lado del Sol, lo que equivale a 378 millones de kilómetros de nosotros, se necesitaba esperar a veces más de veinte minutos para recibir una comunicación de nuestros amigos de la ciudadela de investigadores en Marte. Nuestra respuesta demoraba otros veinte minutos solamente en el viaje de vuelta, o sea había que disponer de casi una hora para obtener una simple comunicación por medio de una carta. Hablar en tiempo real o sea esperando la respuesta a cada frase era imposible. Por supuesto tendría que ser esta dificultad alguna vez superada. Pasar la velocidad de la luz era pues un gran desafío que teníamos para los efectos relacionados con las comunicaciones. Cuando volamos entre los planetas necesitamos una comunicación que sea, en lo posible, casi instantánea, la velocidad de la luz es casi instantánea para los efectos internos de aquí en la Tierra. El equipo de físicos judíos de Albert Einstein, para poder explicar de alguna manera algunos fenómenos nuevos surgidos a comienzos del siglo pasado en las investigaciones que se realizaban en la ciencia física, para salir del paso postuló que la velocidad de la luz era la velocidad máxima en todo el universo. Esto sucedió en la primera década a comienzos del siglo pasado cuando nadie pensaba en que se necesitaba una velocidad mayor, entonces esto se aceptó prácticamente sin discusión. La autoridad de estos físicos producía impedimentos para hacer experimentos que demostraran que se habían equivocado. Estos inconvenientes para investigar eran dados a comienzos del siglo pasado por los prejuicios existentes de que no se podía poner en duda los sagrados principios de la Teoría de la Relatividad sustentada por este eminente grupo de físicos. Pese a todo, esta velocidad fue sorpresivamente superada, en laboratorios de EEUU, en varias veces ya en el año 2000. Ahora es posible enviar mensajes a muchos miles de veces la velocidad de la luz. Las estrellas como que se nos han acercado mucho gracias a esta comunicación cada vez más rápida. Nos hemos convertido en una especie de seres racionales omnipotentes del universo al que estamos todos, los 15 mil millones de seres humanos del censo del año 2060, contribuyendo a transformar. Por la experiencia sacada de esta insólita postulación sobre la velocidad de la luz, y de acuerdo a nuestra filosofía científica concluimos que nada es sagrado e inamovible o inalcanzable. Lo que hoy parece imposible, el futuro con el vertiginoso avance científico, lo hará naturalmente posible.

Las gigantescas astronaves de ahora y la mayor parte de las otras maravillosas cosas que tenemos construidas hoy son sencillamente asombrosas. Cuando era joven solo me era posible pensar que estas maravillas, se podrían llegar a tener en un mundo real en muchos cientos de años más. Por ejemplo pensaba en que estos tipos de astronaves, quizás vendrían después de unos quinientos años más o sea más allá del año dos mil quinientos. En todo caso pensé en vehículos parecidos a estas enormes astronaves que conocemos hoy, pero nunca me las imaginé con una capacidad de transporte de 5000 personas. A fines del siglo pasado, en las conversaciones a la hora del té, cuando tocábamos este tema charlando con algunos amigos, surgía siempre la pregunta: ¿Cree usted profesor en los platillos voladores? Pregunta que estaba muy de moda, ella involucraba creer en las posibilidades de un tráfico de astronaves que obligatoriamente tenían velocidades mayores que la que llevan los propios planetas. Esto era como para responder de inmediato ¡esto es imposible pues para dar a estos platillos estas enormes velocidades el gasto de energía es brutal! Pero más de alguno, con mucha imaginación, insistía diciendo que lo realizaban gentes de otras civilizaciones más desarrolladas. Seguían afirmando que, los que vienen en estas naves a visitarnos desde otros planetas, vienen sin importarles la velocidad de ningún planeta ya que tienen energía atómica. Sus naves adquirían una gran velocidad pues tenían a disposición una energía enorme, comparada con la que nosotros usábamos. Esto no era original de algunas personas sino era una invención muy popularizada. Así inventaron las historias de la aparición de platillos voladores que eran ”Objetos Volantes No Identificados u OVNIS”. Estos platillos voladores en cuanto a la velocidad, eran imaginados como las astronaves parecidas a las que tenemos ahora. En cuanto al comportamiento, de los supuestos dueños de los OVNIS, respecto a nosotros se los imaginaban simplemente como peligrosos enemigos. Todos los que decían haberlos visto afirmaban que los marcianos o saturninos que venían allí adentro eran de forma monstruosa. No habían hablado con ellos, pero afirmaban que no venían a nada bueno. Hoy sabemos que cualquier civilización de seres racionales jamás va a destruir a otra civilización compuesta por otros seres racionales. ¡Cómo nos alegraríamos si encontráramos a otros seres racionales en este universo tan enorme! Si somos de una civilización más avanzada que la civilización de ellos que criminal y absurdo sería asesinarlos. Ya que los buscamos y deseamos ardientemente encontrarlos para ayudarlos a dominar las leyes de la naturaleza o bien si son más avanzados que nosotros pedirles que nos ayuden. Queremos ayudar a los otros hipotéticos seres racionales que existan en cualquier otro rincón del universo y como gozamos de una Razón-omnipotente no pensamos en destruirlos. Hemos aprendido a querer a nuestros semejantes. La bárbara mentalidad con que dominaban a los indígenas los militares conquistadores de la época colonial ya ha felizmente desaparecido. Estos conquistadores usaban los primeros adelantos tecnológicos y científicos para hacer barbaridades. Ellos que dominaban el uso del metal aplastaban y asesinaban a los seres humanos que vivían en la época de piedra. Esta desagradable y vergonzosa situación histórica ya fue ampliamente superada por el nuevo Homo sapiens que usa ahora su razón omnipotente.

¿Cómo procederíamos si encontráramos seres racionales en algún otro punto del universo ya que disponemos de estas asombrosas astronaves que cada nueva generación sigue superando en el doble a la velocidad de las anteriores?. La probabilidad de que esto suceda es muy insignificante. Ya lo dejamos anteriormente establecido que según nos indican nuestros cálculos realistas la posibilidad de encontrar otros seres racionales es casi nula. Esto mismo nos hace pensar entonces que sin ninguna duda el encontrar seres racionales, será esto un acontecimiento que nos alegrará a todos. Si a los nuevos Homo-sapiens los tratáramos mal, esto sería una actitud tan criminal e irracional como el vergonzante episodio del pasado colonial cuando asesinaron a los indígenas.

En este minúsculo rincón del universo finalmente triunfó, a finales de la segunda década de este siglo la Razón-omnipotente. Como tantas otras consecuencias originadas por la revolucionaria aparición triunfante de nuestra Razón-omnipotente, antes tantas veces atropellada, surgieron cambios espectaculares y continúan surgiendo cosas trascendentes en todos los rincones de la Tierra.

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